jueves, 2 de abril de 2009

Tú me resucitaste

Porque ese día de Mayo yo morí Palomita.
Tú lo sabes.
Y lo sabe papá, y lo sabe todo el que me conoció antes y después.
Yo morí.
Se me murieron los sueños y los proyectos.
Se me acabó la vida.
Se me terminó la felicidad, sucumbí a los años, al tiempo, al peso en la espalda, sucumbí al dolor y a la pena y pensé que nunca jamás podría volver a ser lo felíz que siempre había sido...

Ese día lo vi salir a comprar pan como el bebé que era para mi, lo vi salir por esa puerta ese atroz Miércoles de Mayo a mi niñito de siempre, mi carita de luna, mi guagua, mi pequeño.
Pero al volver ya no era el mismo. Se había quedado para siempre en algún rincón de la calle, quizá en el almacén al que había ido, quizá en alguna vereda, te juro que salí a buscarlo entre el desconsuelo y la desesperación y no le hallé...y nunca más le volví a hallar...nunca más, porque el que volvió ese día con el pan ya no era él.
Ese fue el día en que morí.
En que vi morir mi vida entera.
Nunca le había contado esto a nadie Palomita.
A veces, en ocasiones, como ahora, en que vuelvo a recordarlo vuelve a ahogarme la pena...ya ves, hasta me cuesta ver el teclado porque me llueven los ojos.
Vuelvo a tener la certeza de esa muerte, porque eso es lo que fue para mi: Una muerte.
No puedo llamarle de otro modo, al menos no por ahora.

Pero el tiempo pasó y en la nobleza de este pasar mi pecho me habló de la única resurrección posible:
La de tu nombre.
Entonces el universo entero decidió confabular y con los hilos de las nubes se tejieron tus caricias y la bendición de tus aromas.
Por eso digo que tu vida es la mía, que la mía es la tuya, por eso pienso que llegaste a mi vientre como un rayo de luz, como un cometa repartiendo brillo, como la vida perdida.
Tú llegaste Palomita.
Y yo resucité.